miércoles, 24 de abril de 2013

El control remoto de Dios


El olor a nafta

se mezcló con tu perfume en aquella estación de Haedo donde vos eras la reina,
tu figurame encegueciócomo cuando te apunta el francotirador
con la lucecita roja,
levanté los brazos,
manos en la nuca y me entregué 
a esos ojos color café
que derritieron patagonias enteras,
vi tus labios y me enredé como las luces del arbolitoque armábamos de chiquitos, tus piernas no eran piernas,
eran tentáculos
recién salidos del mar,
nos convertimos en piezas de un ajedrezque ya nadie jugaba,
haciendo enroque
sin que nos diéramos cuenta,
jaque mate, gritaste
pateando el tablero
y no me diste revancha,
vuelta a casa
navegando en la proa del 106,
de Liniers a Retiro,
rompiendo los cristales
con el martillo rojo
para escapar
de mí.